viernes, 29 de abril de 2011

el agua que nunca llueve

Desde
aquí se ve el mar. Apretando los ojos. Y también se ve la sierra
añorada, la montaña y la hierba primaveral. Aguzando el olfato.

Nada ocurre más allá de esa i
mágen, o ese párrafo que nos lleva. ¿Qué perdura si muere ese momento?
Ese instante quieto, abrigado
¿envuelto en el susurro del pasado?
Nos visita en nuestro horizonte y se concreta.
Entonces muere. Entonces me araño y suena el blues. Una guitarra, una voz quebrada. Todo tan previsible, tan repetido que al escribirlo se deshace la realidad. Discurre ese tiempo, ese horizonte pasado se acerca y concurre en ese éxtasis el fin.
- P. se me acercó y lo dijo al oido. G. estaba pendiente. A lo lejos y
cerrados por los últimos acordes, las caras se desmaterializaban, todo
tan manido, ya ves, se volvían aéreas y difusas.
Le dije: No soporto ni un minuto más no decir lo que estoy pensando
desde que me dijiste lo del blues y los posos.
- ¿No decías que te asqueaba aquello?
- El blues martilleaba mi cabeza y juraría que ni siquiera sonaba para
mi. Qué querías.
-No lo lamentéis mamones, continué, es injusto y por eso doy carpetazo.
Decidme si lo puedo contar o no. Ocurrió, ¿verdad?
- Sólo P. lo puede confirmar, dijo G.
- No quiero, dijo P. Ni hablar.
- A él le daba igual, los tres estábais borrachos.
- Aquel pajarillo revoloteaba por entre los vasos, bebiendo de cada
copa. Agitando las alas. Lo ví.
El blues martilleaba mi cabeza y todo eso. Ni puta idea de la
conversación. Pero el pajarillo revoloteaba y eructó al pasar por mi
lado.
Me miró y entonces recordé; estaba rodeado de gente, en Madrid, en un
bar apestado, y fuera una balsa de humo nos daría un abrazo muelle al
salir.
- Qué exagerado, Octavio.
- Es cierto, no exagero.
- Aquí estamos juntos de nuevo. Tranquilo.
- ¿No hay música hoy?
- Sí. Escucha. Beatriz de Dia. Música medieval.
http://www.youtube.com/watch?v=5Zah4VWPiNE

- Me sentía añorando el añorar el campo. Por eso fui allí. Nos tomamos unas copas escuchando la música.
¿Y esto qué es?
- Las puñeteras esculturas y sus puñeteros bocetos.
- Pero te has ido demasiado por las ramas. Ya no se ve la idea
original.
- Vagabundeo por varias ideas, pero no concreto. ¿Y tu que tienes?.
- Varias cosas. Pero no se me quita de la cabeza el tema del reloj
aquel. Cuando Pintarello desapareció, nadie supo a donde fue a parar.
Tuvo una historia extraña. ¿Hay alguna manera de hilar el relato y darle
sentido?. Las fotos de Javier y los negativos. La foto del reloj que
tenía Javier con la nota de su padre en el reverso...
- ¿Así te encuentras?
- Sí, como el del cuadro. Perplejo. Como si el mundo se me viniera encima.
Tal vez Javier tenga razón. Ese cretino murió junto a ella y eso es lo que afea el asunto.
- ¿Tu crees que iva detrás de encontrar el reloj?
- Sería una incógnita más dentro del relato de Javier.
- Pero el diario lo muestra de otra manera.
- ¿Tenemos que basar todo en el maldito diario?
- Es lo que tenemos. Un
relato a fin de cuentas, escrito o no, es un relato. Y todo en nuestra
vida es relato como deja entrever Nietzsche entre otros.

- Esta música me está recordando un poema de Rilke:

Si yo supiese, ay, para quien sueño,
podría murnurar siempre como lo hace el arroyo.

Más adelante dice:

Pues qué sería la música si ella no fuera mucho más allá de cada cosa.


¿Podemos fiarnos de la versión del encuentro de Alicia y Pintarello en
Lisboa que aparece en el diario?
- Asumamos que sí...y a partir de ahí vamos a contar el relato.
El otro día mientras miraba la iglesia de San Lorenzo desde mi ventana,
recordé ese día que estuve en mi piso de Lavapiés con Javier. Allí me
contó que su primo le había pedido que colaborase con la policia en ese
asunto de Galicia. Se lanzó al vacío obsesionado por su pasado. Debería
haberse negado.
- Ahora ya está todo terminado.
- O no, ya ves que seguimos hablando del tema.


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